martes, 25 de enero de 2011

Splice y la reinvención del género


El mundo del cine es tan amplio, que los realizadores tienen que especializarse en un tipo de cine. Es así que muchos realizadores, cuando encuentran el cine que quieren o pueden hacer, se casan con él y pocas veces varian su accionar. Muchos realizadores no saldrán nunca de los dramas que les dan premios, o de las comedias, que a pesar de un nivel mediocre, logran insertar en las carteleras comerciales. Y muchos otros, prefieren quedarse en el cine de género, el cine que los enclaustra en las películas de horror, en las cintas con criaturas y monstruos.

Afortunadamente, muchos de estos realizadores logran encontrar algo que sea especial, una nueva visión de algún mundo fantástico ya plasmado en diversas ocasiones, algunos nos brindan nuevas visiones de vampiros (Let the right one in), de zombis (Shaun of the dead), pero pocos nos han brindado una nueva visión del cine de criaturas.

Es hasta la llegada del genio de terror canadiense Vincenzo Natali, el que puede ser el realizador más importante de ese país norteamericano. Ya en 1997 había reinventado el cine de horror con la película The Cube. Y gracias a esa, los cineastas de Saw lograron sacar más de cinco tomos de esta saga. En Cube, Natali había explotado el terror absoluto de estar en un lugar sin saber por qué, el estar sujeto a una serie de pruebas para salir de un cubo del que no sabíamos nada.

Pero es hasta el 2010 que Natali logra revolucionar el cine que tiene más cerca de su corazón: el cine de criaturas. Splice nos muestra a dos bioquímicos que experimentan mezclando el DNA de varios animales para crear una criatura nueva, que sintetice una proteína para ayudar a curar varias enfermedades del mundo. No contentos con su éxito, deciden agregar DNA humano a la mezcla, lo cual- sobra decir -, hace que todo salga mal.

Natali retoma la historia de Frankenstein desde donde Mary Shelley no pudo continuar. Natali observa a sus dos personajes ser consumidos por un complejo de Dios, los ve cruzar las lineas de lo correcto y lo incorrecto, pero los ve cruzar una linea que el doctor Victor no pudo cruzar. Natali lleva más lejos a sus personajes, anidando en ellos las patologías de una familia disfuncional, de una infancia perdida y abusada, de la soledad de la vida en convivencia, del incesto y el abuso paternal, y es así, que construye una película perturbadora, compleja y aterradora.

Natali no va más allá en términos narrativos, no busca reinventar una nueva forma de contar la historia, pero sustenta todo el peso en sus actores Adrien Brody y Sarah Polley, y en la corporalidad de la modelo Delphine Chaneac.

Finalmente Natali nos brinda algo que a este mundo cinematográfico le falta: un poco de originalidad. Transforma una historia tan vieja como la literatura, y le pone elementos del siglo XXI.

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